Se trata de la última película de la directora catalana Carla Simón (37 años), que había sorprendido por la belleza y ternura de la conmovedora Verano 1993. Estaba basada en su propia experiencia de vida frente a la muerte de sus padres y su partida a vivir con su tía y su familia en un pueblo catalán.

Ambientada en Alcarràs (provincia de Lleida, Cataluña) la trama de este relato co-escrito entre Simón y Arnau Vilaró, que al ser hijo de agricultores de Lérida, conocía y podía re-construir ese mundo de la infancia y de su entorno familiar. La primera escena nos sumerge instantáneamente en la película. un grupo de niños y niñas que juegan adentro de un auto destartalado en el campo. Es que el munfo infantil se volvió ya un expertise de la realizadora.

Estamos ante un drama rural familiar sobre la desaparición de las actividades agrícolas, que gira alrededor de la intención de instalar placas solares en una porción de tierra donde cultivaban duraznos. Este motivo es la posibilidad de recorrer los ciclos de la naturaleza, los momentos familiares de distinta índole y sus generaciones, los efectos de la modernidad, lo que queda atrás. Acompañar las rutinas de esta familia Solé, arraigadas a la tierra, a las cosechas, nos permiten adentrarnos como un cuadro que representa, y trae ante nuestros ojos, otras formas de vida. La verdad que desprende, la sensación de estar asistiendo a momentos de un tiempo que se va y el cine intenta retener, captar, guardar, con la luz y las pinceladas impresionistas. A su vez,  las pinturas de esta clase de paisajes, nos llevan a la mirada de Agnès Varda en su documental Los espigadores y la espigadora (2000).  (Ver imágenes abajo)

Ganadora de la Palma de Oro en la Berlinale 2022. Se trata de la primera vez que lo hace una película hablada en catalán. En Argentina se presentó en Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y está disponible en la plataforma MUBI.