Las 3 de Netflix
Claroscuro
Uno de los estrenos más importantes de Netflix, que intenta recuperar impulso con un cine para otros públicos, es Claroscuro, o en realidad Passing (Rebecca Hall, 2021), título original del film y del libro sobre el que se basa (el libro también fue traducido de esta forma en su edición en castellano). La novela, publicada en 1929 es una de las dos escritas por Nella Larsen (1891-1964) además de unos pocos relatos cortos, y es leída no sólo por su talento literario sino también por otras áreas que enfocan su interés en su mirada sobre la época y sus aportes sobre las cuestiones relativas a la identidad de género, étnica y de clase. El hecho de acercarse a la escritura y el universo narrado por esta autora, lo que la película propicia, posee un interés en sí mismo. Larsen retrata su época, y en cierto modo su propia historia. Fue hija de un padre negro de las Antillas danesas y su madre fue una mujer blanca, una empleada doméstica en Dinamarca (resulta interesante la construcción de este rol en la ficción). Cuando su padre abandona el hogar, su madre vuelve a casarse, en este caso con un hombre blanco de origen escandinavo. Que toda su familia fuera blanca excepto ella, tuvo un impacto determinante en su vida y en su literatura. En aquella época, esto conllevaba un lugar de diferencias. Por ejemplo, debido a la fuerte segregación racial, las familias mixtas no eran fácilmente aceptadas en los vecindarios. Por su parte, la directora Rebecca Hall, hasta aquí conocida actriz (El gran truco, Frost/Nixon -La entrevista del escándalo, Vicky, Cristina, Barcelona), a partir de le relectura del libro se lanza inmediatamente a escribir el guión y decide dirigir su ópera prima.
Relaciones e influencias
Fue estrenada en Sundance 2021, y parece importante mencionar dos vías centrales para pensarla. Por un lado, subrayar su construcción formal y el logro de su relación intrínseca con el contenido del film. Esto es llevado aquí al extremo, con resonancias con Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma, 2019) y Carol (Todd Haynes, 2015, disponible en MUBI), las tres tomando como base las reflexiones artísticas sobre las identidades y sexualidades de la mujer en distintas épocas. En este caso, debemos sumar la fuerte raigambre del film con los pioneros del cine independiente americano como John Cassavetes, con la personificación de Gina Rowlands en Una mujer bajo influencia (1975) (y de Rachel Sennott en Shiva baby (2020), ver comentario al respecto en la página) y Shadows (1969). Allí la música de jazz, la cámara inquieta e inestable, el blanco y negro, en ese caso de una cinta de 16 mm, el universo afroamericano de Nueva York, de los años 50 de allí que pasan a la década del 20 en el estreno actual, en el florecer del movimiento cultural conocido como Renacimiento de Harlem. También podemos pensar en algunos elementos de directores como Hitchcock o Polanski, en la construcción de la inestabilidad narrativa y lo fantasmal, reforzado por la idea de doble que roza lo fantástico. No puede pensarse aquí en un realismo que implique una literalidad y una adecuación, sino que es necesario poner en primer plano el planteo conceptual y simbólico que se representa a través de esa estilización.
Por otro lado, existe una implicancia más personal de la novela para la realizadora: “Aunque soy una persona que se presenta como blanca, y como tal no experimento las presiones diarias de ser negro en este país, también soy una persona que creció en una familia que ha sido moldeada de manera indeleble y dolorosa por el legado del racismo, en particular, el legado del passing racial” (La Nación, 9/11/2021). Este término passing es central y una pérdida en el cambio de título porque se refiere a un concepto sociológico que impregna sustancialmente el film y lo resignifica. Se refiere a la capacidad de una persona para ser considerada como miembro de un grupo o categoría de identidad diferente del suyo, tanto a partir de lo racial, como la etnia, el género, la sexualidad, etc. En la década del 20, el paso en pos de ser blanco era mucho más frecuente de lo que podemos suponer. Esto es así en la historia familiar de Rebecca Hall, que descubrió tardíamente que su abuelo afroamericano se hacía pasar por blanco.
Para construir la trama, dos actrices logran transitar los estados y crear los climas que son la materia central de la trama. Irene Redfield (Tessa Thompson, Mississippi Damned, Sylvie´s love) y Clare Kendry (Ruth Negga, Capital letters, Loving/ Criminal Justice), dos amigas de la infancia que se encuentran en la primera escena modificando el (des)equilibrio reinante. Este primer momento manifiesta desde el inicio la absoluta ambigüedad identitaria de ambas, de su vínculo, y de la proyección de una en la otra. Los pasos confusos del plano y las voces mezcadas con los que abre la película, la repetición de este fuera de foco y de encuadres fragmentarios y opresivos, la inquietud constante, la máscara, cada uno de los vínculos del film, ponen en duda todo cuanto sucede y, nuevamente, deben analizarse desde lo que implican en cada caso. Para adentrarnos en ese entramado, la idea de lo real, mediado a través del punto de vista de Irene, se torna cada vez más inaccesible y confuso hasta la última escena que hace de lo visible-no visible su máxima clave. Un espiral dramático que consuma el sesgo trágico transmitido a través de una permanente inquietud. Y nos deja pensando cuáles son en realidad las preguntas que debemos hacernos y cuál es la vigencia (y urgencia) de las mismas.