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“¿Qué es la juventud? Un sueño. ¿Qué es el amor? El contenido de ese sueño.”

Søren Kierkegaard

 “La muerte de mi hija me confirmó que debía rodar una celebración de la vida”

Thomas Vinterberg

Esta película danesa fue uno de los bastiones del cine 2020/2021. Antes de ser premiada en el Oscar y ocupar un espacio en Netflix, fue recibiendo galardones como los premios del cine europeo, fue seleccionada para el Festival de Cine de Cannes 2020 que terminó cancelado debido a la pandemia, además de un BAFTA como mejor película de habla no inglesa y un César en Francia a la mejor película extranjera. Pero además cosechó aplausos en los distintos públicos, partiendo por la gran recepción que tuvo en su propio país en un marco de pandemia, además de polémicas. Lo que resulta interesante es preguntarse por qué ocasionó todo esto, y mucho más que por encontrar certeras respuestas, como suele ocurrir en el arte, por tratarse de una oportunidad para multiplicar las preguntas y hacerlas mejores. La propuesta argumental es sencilla, un grupo de profesores parece estar atravesando una “crisis de mediana edad” y para recuperar el brío de vivir se embarca en un proyecto común: tomar alcohol todos los días. Pero no de cualquier forma.  A partir de las afirmaciones del autor y psiquiatra de origen noruego Finn Skårderud, que supuestamente había asegurado que nacemos con un 0, 05 por debajo de alcohol en sangre (si bien el psiquiatra en cuestión fue consultado y se refiere positivamente a la película, aclara que el prólogo en el que se encuentro algo al respecto fue en realidad leído incorrectamente). Este eje será un conducto para plantear interrogantes, como indica el epígrafe -tomado del propio film– para preguntas sobre la idea misma de existencia. Pero al tratarse de un director provocador como Thomas Vinterberg, esto no quiere decir que por ello esto quede como un tema secundario, relegado y desdibujado. Por el contrario, la filmación sugerente del alcohol y su negativa a una posición explicita y moralizante sobre él mismo, hace que por momentos el film navegue al límite. El límite que necesita, esa tensión que sostiene el relato, ese tironeo entre el eros y el thanatos, esa pregunta sobre lo qué significa vivir. El realizador saber hacerlo, porque además los tópicos relativos a los vínculos de las personas con sí mismas y con la sociedad que los rodea forman parte sin duda de su filmografía. Parte del movimiento Dogma 95 junto con Lars Von Trier, en el marco del cual realizó tal vez la película más importante del movimiento, La celebración (1998), pero podemos pensarlo también en La Comuna (2012) y en La cacería (2012) (entre otras) en donde trabajó también con el guionista y director Tobias Lindholm (A war,2016), además del mismo protagonista, la estrella Mads Mikkelsen (Martin). En realidad, el director suele repetir los actores con los que trabaja como una suerte de compañía, y aquí se hace justicia a la fama de calidad y veracidad de los actores y actrices daneses que son el motor de este film: Thomas Bo Larsen (Tommy), Lars Ranthe (Peter) y Magnus Millang (Nikolaj). En este relato no se establecen juicios de valor ni sobre ellos ni sobre sus actos, sino que se hace foco en indagar sobre cuáles son los motivos de por los que necesitan beber para sentir que pueden funcionar dando clases y en la vida toda. Como aclara el director, la tradición con el alcohol en Dinamarca no es nueva, sino que sus antepasados vikingos la introdujeron tempranamente y fue para quedarse. En este sentido, tampoco resulta casual la presencia de canciones patrias que resignifican esta mirada sobre la propia identidad. En un primer momento el proyecto comenzó domo una obra de teatro del propio realizador, a la que sumó las observaciones de su hija Ida de 19 años sobre el enorme consumo de alcohol de la juventud. Ida participaba en la película cuando murió en un accidente automovilístico y sus propios compañeros y el mismo colegio al que concurría forman parte del film. Es probable que esto tenga que ver con la profundidad visceral y movilizante que asume esta película, que en realidad puede pensarse en dos partes diferentes, incluso desde lo formal. Los movimientos de cámara, primero estáticos y luego sueltos, el trabajo actoral y de fotografía en un primer momento mucho más oscura que al final, todo en la película asume una potencia cinematográfica conmovedora. La última escena toma así el lugar de corolario inmejorable, un festejo en suspenso, pura ambigüedad abierta a múltiples lecturas que trasciende en pos de una muestra de un cine en estado de gracia.

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