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Las 3 de Netflix

El irlandés

(The Irishman, Martin Scorsese, 2019)

Una de las “magnum opus” de una carrera.

En la impactante carrera de Scorsese, existen hoy algunas variaciones en su vínculo con en el séptimo arte. Por un lado, la producción de su film actual tiene como socio mayoritario a Netflix (luego de que la Paramount libere finalmente los derechos del libro que ya había adquirido). Se trata del proyecto económico más importante de la plataforma (se habla de cifras que superan los de u$s 150 millones) y se dio después de que los estudios cinematográficos rechazaran esta superproducción de tres horas y media por su enorme costo y las dificultades comerciales de distribución que un film de esta duración implica. Esta novedad da comienzo a otro capítulo en las difíciles y cambiantes relaciones entre el cine y las nuevas plataformas de streaming que se abren paso cada vez a paso más firme en este circuito. Esto implica, como se ha visto aquí, estrenos por poco tiempo y en salas menos frecuentes y que el visionado se dé sobre todo en la plataforma, es decir, mucha gente que consume las obras por computadora o televisión. Por el otro, las nuevas tecnologías digitales permitieron innovar esta vez a través del rejuvenecimiento del experimentado elenco en la pantalla. El mismo, que en muchos momentos encarna momentos de mayor juventud del personaje, fue filmado con tres cámaras durante el rodaje, dado que las imágenes de dos de ellas eran específicamente para realizar este trabajo en postproducción. Desafíos casi de índole moral para un director amante de la sala de cine y de la filmación en rollo de película, pero que ha demostrado también, como con Hugo (La invención de Hugo Cabret, 2011), que fue realizada para su visualización en 3D, que está dispuesto a hacer lo necesario para poder continuar generando fuertes experiencias con sus películas.

Mucho se ha dicho sobre este último film de Martin Scorsese, El irlandés. Basado en el libro de Charles Brandt, He oído que pintas casas, y un guión de Steven Zaillian (La lista de Schindler), construye las memorias en primera persona de Frank Sheeran (Robert De Niro), “el irlandés”. Cuenta la historia que después de muchos años de contacto con el escritor se terminaron reuniendo en el 2009 para hablar con más precisión de la transposición del libro y de la película en sí.  Se dice que el entusiasmo de De Niro con el proyecto presionó a su amigo “Marty” en este sentido. A diferencia de lo que se ve en el film cuando los investigadores le piden información a Frank argumentando que todos ya están muertos y que puede darles algo de paz a sus familias, pero éste sigue negándose a hablar, el libro de Brandt surge en realidad de esas conversaciones que sí se dieron a lo largo de cinco años antes de la muerte de Sheeran. “He oído que que pintas casas”, la frase, que titula el libro de Brandt, retoma la frase del jefe del sindicato de camioneros, el poderoso Jimmy Hoffa, cuando hablan por teléfono para que trabaje para él. Frente a esta pregunta en código mafioso del sindicalista, él contesta que también hace trabajos de carpintería, es decir, en la misma jerga, que hace ataúdes, o sea se deshace de los cuerpos una vez cometidos los asesinatos. Sin duda, como queda claro aquí, El irlandés es una “típica “de la mafia, pero también es un diálogo metatextual con esas películas, un cuidadoso trabajo que no deja nada de lo cinematográfico fuera de juego. Por eso, ver una película como ésta traspasa el gusto por “el cine de mafias”, se trata, en realidad, de una clase de cine que se refiere al cine.

Historias de familia

Asistimos a un comienzo tan elegante como elocuente, se trata de un plano secuencia hecho con steadicam que va ingresando poco a poco a un hogar de ancianos para encontrarse finalmente con Frank Sheeran. Se trata de un plano sin cortes que va tras los personajes o la acción y, en este caso, está realizado con una cámara en mano con estabilizador. El director de fotografía, el mexicano Rodrigo Prieto, cuenta que junto con Pablo Helman, el argentino supervisor de efectos especiales (que ya ha sido candidato al Oscar por Star Wars. Episodio II, y La guerra de los mundos, de Spielberg) ofrecieron estabilizar la imagen a posteriori dado que posee mucho movimiento pero que el realizador respondió que prefería no hacerlo. Esta elección parece ideal para crear la sensación de que ingresamos junto con la cámara a conocer el lugar y al protagonista de esta historia, quien será la mano derecha de Hoffa, que solía ser el protagonista de estos relatos (Como en el caso de la recordada película Hoffa (1992) de Danny DeVito, con Jack Nicholson ocupando este rol). Se trata entonces de un camionero de Filadelfia que empieza a hacer distintos “trabajos” por encargo con éxito creciente. De esta forma, la trama se construye a través de diversos flashbacks que van revelando los distintos momentos de la historia de estos grupos, pero también de su lugar en el mapa de la historia estadounidense en sí misma.

En efecto, en este caso Scorsese revela algunas miradas críticas destacables a la hora de narrar la construcción identitaria de los EEUU, con la que destruye muchas mitologías nacionales. Además de dar cuenta de las distintas mafias en pugna, precisa la enorme incidencia de las mismas en la vida política americana. El enfrentamiento de Jimmy Hoffa con la familia Kennedy y su origen más bien espurio, las luchas con el parlamentario Robert y el desprecio a JFK aun al momento de su asesinato (y dejando abiertas lecturas sobre lo sucedido). Lo que muestra el film específicamente es el conflicto con Cuba desde el punto de vista de la ligazón directa de la mafia con el poder. Se ve como la misma presiona para sacar a Castro, llevada por intereses no políticos sino económicos, en particular para poder volver a instalar sus casinos como en tiempos de Fulgencio Batista. Por esta razón, también se lee el deseo de venganza de estos grupos cuando se ve frustrada la invasión, y el asesinato del presidente americano se refleja como relacionado directamente con ello. Pero además de plasmar la vida política y pública americana, se adentra en un trauma neurálgico en la construcción del personaje de Sheeran. Él está seguro de que su talento, y sobretodo su facilidad para matar viene de haber combatido en la Segunda Guerra Mundial. En efecto, en la vida real participó en la Batalla de Anzio y en la invasión de Sicilia, y supone que terminó de forjar el carácter frio y efectivo en su participación en matanzas masivas de prisioneros de guerra en los que se violaron los Convenios de Ginebra.

Otro rasgo superlativo a la hora de referirse a este film es la calidad de los trabajos actorales. Como un reencuentro de viejos amigos, cada uno juega su rol con su propio personaje, pero siempre en directa conexión con el otro. Como se ha dicho antes sobre la misma película que reflexiona sobre ella misma y el corpus compuesto por el cine de mafia gansteril, se percibe aquí el ingrediente lúdico Esto va desde la construcción de cada personaje y el encuentro con el otro actor y sus efectos multiplicadores. Desde la contención del registro de Robert de Niro, al encuentro con Al Pacino y la exaltación de su Tommy Hoffa, de quien se volverá su sombra. Pero sin olvidar un elenco que presenta a Russel Bufalino, el capo mafia que toma a su cargo a Frank, un Joe Pesci para el que nos cuesta pensar en otros roles por fuera de la “famiglia”. Cuentan que hubo que convencerlo para interrumpir su retiro dado que no veía el sentido de “hacer otra como las que ya habían hecho”.  Pero también Harvey Keitel (Angelo Bruno) en un rol breve pero preciso, Bobby Cannavale (Skinny Razor), Ray Romano (Bill Bufalino), Stephen Graham (Tony Pro) entre otros. Sin duda en esta clase de films predominan los muchachos, algunas de las mujeres que los acompañan en el viaje al casamiento del hermano Bufalino son las impecables esposas, Carrie Bufalino (Kathrine Narducci) e Irene Sheeran (Stephanie Kurtzuba). Estas escenas parecen más un paseo rutero de dos parejas mayores que el camino de cobro de comisiones de Rus a los distintos negocios que “protege” y de la misión definitoria que Frank deberá realizar para él.  La misma posee dos elementos, por un lado, la elección entre sus dos superiores a la que es sometido Frank alejándolo del universo sindical. Y, por el otro, significa la punta de lanza del componente moral del film, nunca ausente en la filmografía de Scorsese.

En este aspecto sí existe una figura femenina central, que, como en el caso del rol de Margot Robbie como Sharon Tate en el último film de Tarantino, Había una vez en Hollywood (Once upon a time in Hollywood, 2019), generó críticas por las pocas líneas de diálogo que le fueron otorgadas. Aquí es el caso de Anna Paquin, una de las hijas de Sheeran, Peggy, que no necesita decir con palabras para ocupar su lugar. Las miradas hacia su padre y (casi) todos sus socios son tan penetrantes y certeras que no queda duda que es quien encarna la conciencia de la que su padre carece, sobre todo hacia el final, cuando la máxima de las traiciones tome forma.

Tráiler El irlandés

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