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En cartel

El triángulo de la tristeza

 

Ruben Östlund, provocador joven director sueco de cuarenta y nueve años que ya ocupa un lugar destacado tras haber obtenido un Premio del Jurado de la sección Un Certain regard, y dos Palmas de Oro en el festival de Cannes, entre muchas otras distinciones. Ya llamó la atención con The Guitar Mongoloid y su controversial película Play, basada en hechos reales ocurridos en Gotemburgo en el que un grupo de inmigrantes afrodescendientes extorsionó a niños blancos del lugar sin necesidad de utilizar la fuerza. Girando hacia una perspectiva más centrada en la psicología personal, su película Fuerza mayor (Force majeure) no sólo fue estrenada en cartera comercial y, como se dijo, recibió importantes distinciones, sino que dio lugar a numerosos debates. Una escena en particular parte la película y a los personajes en dos: frente a un alud que está por tener lugar en una cafetería de un centro de ski, un padre toma su celular y sale corriendo, dejando a su mujer y a sus dos hijos en peligro. Desde ahí, lo más logrado es la utilización de lo no dicho  y  la sutileza para dar cuenta de cómo este hecho corroe a cada uno de ellos y, evidentemente, la convivencia. En el paisaje nevado y ascético del hotel, la idea de “fuerza mayor” sobrevuela en todas sus implicancias, la del hecho de la catástrofe de la naturaleza hasta lo que no se maneja de las propias acciones en una situación límite. Todo esto hasta el ineludible estallido, claro.

En El cuadrado (The square), ganadora de la primera Palma de Oro del Festival de Cannes 2017 y el premio Goya como mejor película extranjera, en otros, vuelve al experimento sociológico al adentrarse en la supuesta elite culta del mundo del arte.

En El triángulo de la tristeza, segunda Palma de Oro de Cannes 2022, sigue buscando correr el velo a la violencia y vacío contemporáneos, donde el único mandato es el dinero y el poder. Organizada en tres actos en distintas situaciones llevadas a un extremo de sátira sociológica, el primero, se ubica en el mundo de la moda y las relaciones de poder (económico) en una pareja joven de modelo masculino, Carl (Harris Dickinson) e influencer Yaya (Charlbi Dean, fallecida por una infección apenas pasado el festival de Cannes). El segundo, ya en un crucero de lujo que naufraga en todos los sentidos posibles y nos obliga a participar, reforzando la idea de que estamos todos en el mismo “lodo” (no apto para impresionables frente a lo escatológico).  El mensaje queda aún más claro, cual marco teórico que plantea el propio film, en un debate con citas (ofrecidas por google) de posiciones ideológicas opuestas (que van desde Marx hasta Reagan) entre el capitán (la estrella del film, Woody Harrelson), estadounidensse de simpatías socialistas y que anda borracho durante toda la película (mal pronóstico para el barco), y un magnate ruso (actor danés de origen croata, Zlatko Burić). Un tercer momento, juega con el tópico de isla desierta (en apariencia) y un nuevo orden social, que, sin embargo, no parece dar una idea optimista de superación. Es por esta suerte de cinismo escéptico de este realizador, que es aplaudido y rechazado, en ambos casos, con fervor.

Tráiler El triángulo de la tristeza

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