En cartel
J´accuse
La última película de Roman Polanski, llegó tardamente a los cines luego de mucha polémica a la hora de su estreno en el Festival de Cine de Venecia 2019 y después. En el marco de su presentación, la presidenta del jurado del festival de aquel año, la directora argentina Lucrecia Martel, expresó que por su pertenencia al movimiento feminista no iba a participar en la gala de presentación de la última película del cineasta. Se trata, aclaró, de poder reflexionar acerca de la compleja relación entre la persona y la obra y en ningún caso, aclaró la cineasta, se le pasó por la cabeza censurar el film: “También por la obra de Polanski, que creo que merece una oportunidad, por las reflexiones sobre la humanidad que incluyen sus películas. Miraré el filme como todos los demás del concurso, no tengo ningún prejuicio hacia él. Si no, dimitiría como presidenta del jurado”. Finalmente, J´accuse fue elegida la ganadora precisamente del Gran Premio del Jurado de dicho festival. La polémica del paso del film del director franco-polaco no terminó ahí, sino que siguió acompañándolo a cada paso. Fue también así en su propio país, donde tuvieron lugar escraches en algunos cines donde se proyectaba tanto como en las calles parisinas que rodeaban el lugar donde se realizó la entrega de los Premios del cine francés, los César, a los que el director decidió no acudir. Al haber sido galardonado con el premio mejor director en ausencia, Adèle Haenel, protagonista de Una mujer en llamas (2019, comentario en la página), se levantó de la sala al grito de “¡Viva la pedofilia!”, en referencia a la acusación de abuso al cineasta de una menor de edad, tema que fue cerrado en la justicia por arreglo con la familia, además de a acusaciones posteriores.
Todo esto no fue sólo el marco de presentación de la película, dado que atravesó la gran mayoría de las críticas y entrevistas sobre la misma. En particular, el director tuvo que afirmar que la elección del affaire Dreyfus, tantas veces vuelto tema cinematográfico, no implicaba la búsqueda de ningún paralelismo con su situación, como aventuraban muchos comentarios que indicaban que había una voluntad deliberada de construir una figura de perseguido. De lo que no queda lugar a dudas es la vigencia de este caso y sus implicancias en la historia actual. Además del símbolo que implica de la transición del siglo XIX al XX. Esta reconstrucción de un clima de época, se torna así fundamental en la ambientación y narración del relato. Como en sus películas más clásicas como El pianista (2002), Oliver Twist (2005) o Tess (1979), se trata aquí de una búsqueda una rigurosidad académica y clasismo formal a ultranza, estructurado a través del esquema genérico de tipo judicial. Con un seguimiento muy preciso y puntual de las instancias del caso, no se trata de una filmación que buscar llamar la atención sobre el talento indiscutido del cineasta, sino que, por el contrario, se propone colocar en primer plano la historia que se narra y sus aristas. Con un acompañamiento musical del activo compositor cinematrográfico Alexandre Desplat, y basado en la novela del escritor Robert Harris (El oficial y el espía), existe, sin embargo, una novedad en el enfoque actual. Como explicó a distintos medios el propio director, con el escritor, del cual había adaptado para el cine El escritor oculto (2010), pensaron que poner el eje en Dreyfus no era lo mejor a la hora de contar la historia. Si lo hacían de ese modo, se alejaban del caso judicial, dado que Dreyfus (un irreconocible Louis Garrel), en realidad queda desplazado del mismo puesto que es llevado a la Isla del Diablo, donde fue encarcelado. Podemos agregar que también el protagonismo del escritor Émile Zola en el suceso ya había sido también ampliamente abordada por el cine. Es por ello que aparece en escena un nuevo protagonista de la historia, el comandante Picquart (Jean Dujardin, El artista), quien, más allá de participar del antisemitismo endémico reinante, decidió que eso no podía impedirle ir en busca de la verdad. Tal vez dos elecciones son las que parecen dejar en claro el punto de vista actual sobre este emblemático acontecimiento del pasado. Por un lado, en la mencionada escena de degradación militar de la apertura, se ve el fuerte sentimiento de pertenencia a la institución del injustamente acusado, además de las dos posiciones al respecto, se oyen gritos antisemitas y la preocupación de otros se deja en claro a través de un hombre que compara lo que está sucediendo con la época en la que los cristianos perseguidos eran lanzados a los circos romanos. En segundo lugar, los actores que representan a los miembros del ejército, pertenecen a la Comedia Francesa, y actúan en un registro bufonesco típico de las comedias francesas tradicionales que llevo a cabo la compañía tradicionalmente. De este modo, se produce una puesta en escena de la (doble) representación, como una develación del artificio que busca plasmar la farsa histórica y el punto de vista del relato sobre esta institución y sus implicancias a lo largo del tiempo.