Seleccionar página

En cartel

Spencer

 

No es la primera vez que el experimentado director chileno Pablo Larraín, de 45 años, filma en inglés una película internacional. Pero previo a ello, posee una destacada carrera en el cine chileno, con películas como su primer largometraje Fuga (2005), premiado en festivales como Cartagena, Málaga y de Cine americano de Tieste, protagonizado por un jovencísimo Benjamín Vicuña y Alfredo Castro, actor de referencia del director también protagonista de Tony Manero (2008) y El club (2015) (demoledora, premiada con el Oso de Plata, Gran premio del Jurado en la Berlinale, entre otros). Estas tres películas se encuentran disponibles para ver en Netflix.

También en su rol de productor, en asociación con su hermano Juan De Dios Larraín, crearon la productora Fábula que la hacedora de muchos renombrados títulos, por ejemplo, Gloria (2013) y Una mujer fantástica (2017) de Sebastián Lelio. Así como esta última fue la ganadora del Oscar para el cine chileno, su película sobre el plebiscito en contra de la continuidad del dictador Augusto Pinochet, No (2012), protagonizada por Gael García Bernal, también fue nominada al premio. La familia Larraín es de tradición de nobleza de épocas de colonia, familia de alcurnia y de un fuerte peso político en el país transandino, cercana a Augusto Pinochet y así como su padre es ministro de Justicia del gobierno de Piñera, su madre, de la familia Matte, también de peso tradicional, forma parte también del partido UDI (Unión Demócrata Independiente) y fue ministra de Vivienda y Urbanismo del primer gobierno del presidente saliente. Con todo este bagaje sobre sus hombros, no parece haber sido fácil para el director avanzar el universo artístico de su país, y el tomó la decisión de no referirse a él más que para manifestar la libertad con la que le permitieron encarar sus estudios que concluyeron con la carrera de comunicación audiovisual en la Universidad de Artes, Ciencias y Comunicación (UNIACC). Sin ir más lejos, sufrió muchos cuestionamientos por su película No, a los cuales respondió directamente, habiendo ya, varios años antes, manifestado su postura antipinochetista a pesar de las vinculaciones heredadas.

La construcción de miradas sobre personajes históricos, comenzó con Neruda protagonizada por Luis Gnecco, Gael García Bernal y Mercedes Morán, en donde ya se alejaba de una biopic tradicional sobre el poeta chileno jugando con la indefinición de los límites narrativos. El director Darren Aronofsky (Pi, El cisne negro, Réquiem por un sueño), en su rol de productor, lo convoca entonces para la dirección de Jackie (2016), lo que significa su pasaje a los personajes, actrices y producciones internacionales, que fue estrenada en la quincena de realizadores de Cannes 2016 y se encuentra disponible en Netflix. El propio Larraín relativizó bastante afirmaciones del productor cuando afirmó que parte de su interés por el realizador chileno estaba asociado también a la posibilidad de una mirada, puede decirse externa, del universo e imaginario de los Kennedy en Estados Unidos. Sin embargo, no resulta descabellado pensar, junto con expresiones de propio director, una sensación de mayor libertad a la hora de encarar sus trabajos en el exterior, alejado de todo peso sobre su historia, también pueda asociarse a esa mirada a la que se refería Aronofsky. Justamente tal vez no a la idea de “latino” a la que en cierto modo éste alude, sino por la distancia que puede pensarse la posibilidad de otros intersticios creativos a los cuales adentrarse con, en cierta medida, mayor liviandad. Larraín finalmente hace una construcción de Jackie casi mental, cada vez más alejada de lo factual, en los días que van del asesinato al funeral de JFK. La filmación da cuenta de la subjetividad de la protagonista interpretada por Natalie Portman, nominada al Oscar por este papel, con el vestido ensangrentado que no quiere quitarse y efectos de cámara más cercanos a un cine de autor que al comercial, que mantuvo aun frente a exigencias recibidas al respecto. Su camino internacional continuó, con producciones como la miniserie junto con Julianne Moore Lisey´s Story de Apple TV, basada en la novela de Stephen King.

En este sentido, no puede decirse que la construcción de Spencer, para quien viene siguiendo su filmografía, sorprenda. Se trata nuevamente de un escape del género biopic, con guión de Stephen Knight (Promesas de este, Peaky Blinders) prefiriendo mostrar 3 días navideños de Diana Spencer en la casa de la realeza llamada Sandringman, rodada en realidad en Alemania. Como queda claro desde el título, la encarnación de Kristen Stewart, presentada en Venecia, dejada de lado en otras nominaciones, sobre todo británicas, pero presente en la categoría de mejor actriz en los Oscars, es la lucha que lleva a cabo con su propia identidad y con su marido y toda la maquinaria familiar monárquica. Como miembros del servicio de la corona, se encuentra el legendario Timothy Spall, ex miembro del ejército, se encuentra encargado de la marca personal más hostil de la princesa. Pero también sus confidentes Maggie (Sally Hawkins, Blue jasmine, La forma del agua) encargada de vestirla y el chef (Sean Harris) encargado de otro ejército, el de los cocineros.  Las polémicas de distinto orden que el film despierta quedan claras en las variadas críticas que recibió, algunas sumamente laudatorias, otras demoledoras. La actuación de Stewart es uno de los ejes, considerada sin media tintas, en algunos casos se aprecia como sublime y en otros excesiva y sujeta a las imposiciones caprichosas de la dirección. Pero también la construcción del personaje de Spencer da lugar a miradas muy distintas, que van desde tildarla de misoginia a aplaudir la capacidad de acceso a la psiquis de una mujer desestabilizada. Por supuesto, la construcción argumental y narrativa en sí son también puestas en discusión, y si bien gran parte del film es más bien focalizada en la construcción de la propia mirada y subjetividad de una mujer agobiada por el desinterés y el agobio por la frialdad de la corona y sus miembros, posee una conclusión que remite a la idea de un escape real, en todos los sentidos de la palabra. Probablemente, resulta más interesante aquí que los juicios de valor sobre el resultado de la cinta, pensar en las búsquedas que despliega. Si hay un eje en el que vale la pena detenerse especialmente, es en la puesta en imagen espacial de lo que se narra. En la fotografía en fílmico de Claire Mathon, colaboradora de Céline Sciamma en Una mujer en llamas (2019) y Petite maman (2021), se suceden el formato 16 y 35 mm, que refuerzan la presencia espectral y fantasmagórica de lo que se ve y se oye. Tanto los rituales fanáticos de la monarquía como el recorrido del propio pasado de Diana fomentado por la cercanía a su casa familiar; “Digan que vieron a un fantasma” les ruega a los policías que la encuentran dirigiéndose a la propiedad abandonada, una campera del padre en un espantapájaros que ocupará un lugar cercano al vestido de Jackie, la presencia de la historia trágica de la decapitada Ana Bolena como espejo, un collar de perlas duplicado al haber sido ofrecido también a la amante de Carlos, todo confabula hacia un espacio de otredad, de cercanía y ajenidad como duplicación deformante y opresiva. Y en esos espacios encadenados, el tiempo también se fusiona y encierra: “En este lugar el pasado y el presente son la misma cosa”, dice la protagonista.
 Como advierte el relato justo antes de iniciarse, es preciso tener en mente que no se pretende otra cosa que una “fábula”, aunque la misma esté basada “en una tragedia real”.

 

 

Tráiler Spencer

FOTOGRAMAS