Las 3 de MUBI
State funeral
El estreno en MUBI de State funeral (2019) del director, teórico y matemático ucraniano Sergei Loznitsa (Austerlitz, Maidan, The trial, El último imperio, In the fog) puede definirse al mismo tiempo como un acontecimiento cinematográfico e histórico. Multipremiada en infinidad de festivales, la crítica no dudo en juzgarla como una película mayor. En muchos sentidos. Se trata de 155 minutos de puro material de archivo 35 mm recuperado por el director y su equipo fijo, remontado y con un trabajo de imagen en computadora, que hoy se resignifica. Esto hace pensar en el documental proyectado en el BAFICI, Autobiografía de Nicolau Caescescu (Andrei Ujică, 2010), donde el material de propaganda se torna una puesta en escena artificiosa (con, como marco, la antesala de la ejecución de él y esposa). Se trata de una masterclass sobre cine documental y, de como dice Pietro Marcello (director de Martin Eden (2019), ver comentario en la página), una reflexión sobre el archivo que conlleva la idea de que todo el cine que hoy están haciendo se convertirá en el archivo cinematográfico del mañana. [La breve conversación con Loznitsa se ofrece como bonus en el final de este film en MUBI].
Alrededor de cuarenta horas de material, en blanco y negro y en color, destinados a la filmación de un gran documental que iba a denominarse La gran despedida, mostrando lo que significaron los días posteriores a la muerte de Stalin, aquellos días de marzo de 1953, en la por entonces Unión Soviética. Infinidad de tiempos y complejidades históricas que se entretejen en esta suerte de ritual que significa ingresar a este funeral de Estado. Como indica el director, más allá del trabajo de su equipo en tiempo presente, el film posee los registros tomados por grandes camarógrafos y realizadores soviéticos de la época. Archivos que fueron primero censurados en el proceso de desestalinización que incluyó el retiro del mausoleo, y que cuando salieron a la luz en la Perestroika de Gorbachov, ya nadie tenía interés en mirar. Ver el film es sumergirse nuevamente en ese momento histórico, es indagar en cómo fue visto ayer y cómo es visto hoy. Una confluencia de miradas en el proceso histórico en sí mismo y las huellas que deja a su paso, desde las majestuosas e imperiales imágenes tomadas a largo de todo el territorio soviético hasta los primeros planos de los rostros afligidos que desfilan alrededor del féretro. Y sobre todo una reflexión sobre el dispositivo de la mirada en sí mismo, puesto que cada espectador construye su propia narrativa, a la vez, sus propias lecturas sobre el poder, sobre el dolor y el fenómeno totalitario que supone que el film le narra (hasta la aparición de los carteles finales que revelan el punto enunciación). Resulta en este sentido más que ilustrativo que en diarios locales que suelen plantear ideas contrapuestas sobre el universo político en general como pueden ser La Nación y Página 12, se presenten artículos que, desde en algunos casos distintos ángulos y en otro no, coincidan en la valoración de la obra y la importancia del acercamiento a este acontecimiento clave del S. XX.
Como dice el director, aquí el protagonista está muerto, el film gira sobre el espacio que lo rodea, sobre la noción de culto, de orfandad, de una identidad nacional y de los marcos sociales de los marcos sociales de la memoria. Alrededor de ello, las voces de la radio de esos tiempos, los miembros del Politik buró, el silencio, la lenta procesión, los rituales íntimos y colectivos que dan cuenta del culto de tipo religioso al líder y que a la vez articulan la hipnótica fascinación de observar un viaje en el tiempo.
Se presenta junto con una importante retrospectiva del director en donde pueden encontrarse muchos de sus cortos y largos documentales: https://mubi.com/es/cast/sergei-loznitsa